19 mayo 2007

La izquierda cerril francesa

Finalmente, Sarkozy ganó las elecciones presidenciales francesas. Lo hizo de forma contundente y respaldado por un Pueblo que acudió masivamente a votar. Así pues, la ciudadanía ya emitió su dictamen.

En democracia, el Pueblo decide y su voz, su voto, deben dibujar las figuras que rellenen el pentagrama donde se lea la música que se interpretará en el país hasta que termine la legislatura. A algunos puede no gustarles esa música, pero saben que hay que respetar lo que la mayoría ha elegido, resignarse y trabajar para optar a hacerse con la batuta cuando llegue el momento de batirse en la siguiente contienda. Otros, no son capaces de asumir la derrota.

Entre estos últimos, se encuentran los vándalos de la izquierda cerril que andan montando algaradas en distintas ciudades francesas desde que se supiese de la victoria de Sarko. Cientos de vehículos quemados, mobiliario urbano y edificios públicos destrozados y centenares de personas detenidas son, hasta el momento, el resultado de una incapacidad manifiesta para asumir que la opción elegida por la mayoría no coincida con la propia. Hay quien define a estos vándalos como antisistemas, pero esto es, cuando menos, discutible, pues se resisten a la “ruptura” que preconiza Sarkozy. Podría decirse que son comodones y, en cierto modo, puristas de ese sistema podrido que, a la vez, detestan y adoran; sujetos que, en definitiva, prefieren “verlas venir” a que les cambien el paso, no sea que lo pierdan; individuos que tienen alergia a los valores que Sarkozy pretende recuperar para Francia: mérito, orden, trabajo, identidad nacional y familia.

Ségolène se dirigía a sus conmilitones, en el último mitin de su campaña, afirmando que si ganaba Sarkozy “la violencia y la brutalidad se extenderían por Francia”. Entonces, parecía una forma de asustar a los electores. Ahora, incluso podría interpretarse como una amenaza velada a Sarkozy acerca de lo que se le podría venir encima si resultaba vencedor. ¿Quién sabe qué quiso decir, en realidad? Lo cierto es que el toro ha empezado a dar cornadas sin esperar siquiera a pisar el albero, y mientras, en el ruedo ya lo espera, gallardo, un diestro que luce azul y blanco y agarra un capote “colorao”. Pronto empezará la lidia.


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