20 julio 2007

Grumetes en el Consejo de Ministros

14/07/2007

Son conocidas las ocurrencias de, la ya ex-Ministra de Vivienda, Mª Antonia Trujillo, véanse “mini-pisos Trujillo”, zapatillas Keli Finder, etc. Geniales todas ellas, ¿no creen? Pues bien, en su despedida no defraudó. Deleitó al público con una nueva ocurrencia de lo que casi se ha constituido como un nuevo género político-humorístico, que bien podría denominarse “Trujillesca”. Su última ocurrencia fue utilizar una metáfora en la que se valía de la náutica y la política para repasar y justificar parte de su labor al frente del Ministerio de Vivienda. Tal vez su última aportación sea menos ingeniosa que las iniciativas y proyectos que ha impulsado durante el tiempo en que ha estado al frente del Ministerio. Una metáfora inofensiva, pensarán ustedes. Cierto, pero no deja de tener su aquél. Si bien su mensaje podría ser calificado, sin miedo a equivocarse, como falaz y engañoso; el asociar la náutica y la política y compararlas, lo que en definitiva es la metáfora en sí, puede estar muy bien traída, sobre todo si la utilizamos para describir al Gobierno que preside don José Luís Rodríguez Zapatero y las consecuencias que sus acciones e inacciones están teniendo y tendrán para nuestro país. En este sentido, podríamos decir que el gobierno navega en una embarcación cada vez más deteriorada por los frecuentes abordajes que ha sufrido. Abordajes en los que piratas, corsarios y bucaneros, de acá y allá, han saqueado el barco, expoliando el valioso tesoro que transportaba. Los víveres aún no escasean, pero todo se andará, pues el capitán, que no es más que un grumete, ha perdido el norte, y la tripulación, que también está integrada mayoritariamente por marineritos bisoños, sin experiencia ni ganas de aprender, tampoco ayuda mucho. El capitán, desde que cogiese el timón, sólo ha sabido virar a babor y, así, jamás podrá surcar los mares, recalar en los más recónditos puertos o reparar el navío. Así no. Así, la embarcación permanecerá siempre en el mismo lugar, a merced de abordajes y saqueos, deteriorándose, hundiéndose poco a poco ante la mirada impasible del capitán y la tripulación, a los que poco o nada parece importar lo que suceda, pues si el barco se hunde, ellos saben que se podrán poner a salvo en sus botes (algo así como soluciones habitacionales flotantes, en términos “Trujillescos”), mas si algún marinero curtido no acude al rescate, no sólo el viejo navío, sino toda la flota española, se hallará pronto en el fondo del mar.

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