19 agosto 2007

De políticos y sillones

El panorama político español se asemeja al tradicional juego de la silla, sólo que, en este juego, en el que los participantes son los políticos, hay más de un ganador –aunque sólo uno se alce con el triunfo definitivo- y, en lugar de en sillas, se busca acomodo en los sillones del Congreso, del Senado o de los Parlamentos Autonómicos; en el coche oficial o en algún “despacho con vistas”.

El sillón, que no es más que la metáfora cutre y en cueros del poder, es el gran igualador de la clase política española. En lo que a la búsqueda del sillón se refiere, no existen, como sí ocurre en la práctica totalidad de los asuntos que se debaten a diario, grandes diferencias entre unos partidos y otros.

Pero, hasta en esa clase política, casi uniforme en lo que respecta a su hambre de poder, encontramos que no todos son iguales, pues, entre ellos, los que destacan son los que ocupan los sillones de primera fila y se dedican a asignar los otros sillones a sus conmilitones, lo que no dejaría de ser normal si no fuese porque el único objetivo de algunos de esos repartos es el de contentar al máximo número de “familias” posible para, así, evitar rebeliones, practicando para ello, en multitud de ocasiones, auténticos encajes de bolillos y olvidando por completo, a la hora de designar a unos u otros, la meritocracia, sistema por el que se atiende a unos criterios de competencia y capacitación, que en toda organización deberían primar, para decidir acerca de ascensos, fichajes, destituciones, relevos, designaciones, etc.

Encontramos, también, a los que, una vez han ocupado una de esas cómodas poltronas, no las quieren abandonar bajo ninguna circunstancia, llegando a abdicar total o parcialmente, si es preciso, de sus principios e ideas para mantener las posaderas en tan exclusivo asiento.

Para terminar, y para que nadie en los partidos se disguste, están las promesas de futuros sillones para aquellos que renegaron del que ocupaban, para los que no fueron adjudicatarios de uno acorde con la que creían era su categoría o talla política, y para aquellos otros que se quedaron, en su momento, sin asiento.

Entre tanto, los ciudadanos “de a pie” asistimos perplejos, entre avergonzados e irritados, a este patético espectáculo con el que, con cierta frecuencia, nos “deleitan” nuestros representantes políticos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

En Singapur existe pena de muerte para la corrupción política. La mitad de los políticos españoles estaría ya bajo tierra allí...

Anónimo dijo...

Es el propio sistema el que promueve y protege la corrupción. Poner en manos de los partidos las listas electorales y el régimen proporcional es garantía de un sistema corrupto.

Un saludo

Anónimo dijo...

Enviado a las 19/08/2007 13:09:37 por Caminant
Es como la Corte de los Milagros del París de V.Hugo. Un príncipe de malhechores y sus guardias pretorianos. Son gentuza con corbata viviendo de nosotros.
Se disfracen de lo que se disfracen,siguen siendo ellos. ¡Lo malo es que hay lista de espera para entrar!...